28 abril, 2016

La bruja: La naturaleza del terror

La película de inauguración del Festival de Sitges fue uno de los debuts más interesantes del panorama cinematográfico de 2015. Robert Eggers logró precisamente el Premio al Mejor Director en la presentación de su película The witch en el Festival de Sundance, donde ya consiguió captar la atención de la productora Studio 8, una millonaria nueva empresa de cine que pretende estrenar seis películas de gran formato por año, y que le ha dado el visto bueno al proyecto del joven realizador de realizar una nueva versión de Nosferatu (1922). Pero ¿qué tiene The witch para remover los cimientos del género del terror? 

La bruja se desarrolla en Nueva Inglaterra, en el siglo XVII, donde una familia es expulsada de una aldea por enfrentarse a los poderes religiosos. La nueva ubicación de esta familia, formada por un matrimonio, tres hijos y un nieto, se convertirá a partir de entonces en una sórdida bajada a la infiernos provocada por la existencia de una bruja en un bosque cercano. Desde el punto de vista narrativo, la película no ofrece una propuesta novedosa; todo lo contrario, se mueve por los parámetros clásicos del género, dosificando bien los acontecimientos y contando con claridad los hechos que se van sucediendo. 

El gran acierto de la película es formal. Se la ha comparado, desde el punto de vista de la puesta en escena, con La cinta blanca (2009), de Michael Haneke. Y, en cierto modo, en esa descripción de la violencia y el temor a la culpa de los hijos pequeños, hay paralelismos entre ambas películas. La puesta en escena de la película es espléndida, con planos cuidados hasta el mínimo detalle en planificación y encuadre (Robert Eggers fue diseñador de producción para diversos cortometrajes), y una precisa atenuación del ritmo para crear momentos de tensión que acaban desembocando en leves matices aparentemente intrascendentes pero que sin embargo son esenciales para hacer avanzar la historia. La bruja es una película de sensaciones, que nos va atrapando poco a poco hasta terminar inoculando la misma percepción aterradora que atenaza a los personajes. Ahí están buena parte de sus virtudes. 


En realidad, las referencias más claras del director están en Dreyer y su Dies irae (1943), otra historia en torno a la brujería en el siglo XVII. Se nota la mirada de Robert Eggers hacia el trabajo del cineasta danés, en la cuidada utilización del formato 1:66 para dar mayor espacio a la imagen. Igual que, en el desarrollo de los diferentes acontecimientos, en la creación de una atmósfera cada vez más opresiva, la película camina por surcos sembrados en otros títulos de culto, como El resplandor (1980), de Stanley Kubrick. 

En esta puesta en escena cuenta mucho el trabajo musical de Mark Korven, quien crea una banda sonora sostenida en cuerdas y voces corales, casi fantasmales, que otorgan a cada momento de tensión un desasosiego notable. Sonidos punzantes, en ocasiones desagradables, que otorgan a la película una atmósfera de terror interno. 



Otro de los hallazgos de La bruja es su tratamiento del terror. El hecho de desarrollarse en medio de una comunidad opresora, marcada por la obsesiva fe religiosa que los padres transmiten cada día a sus hijos, permite al guionista y director ofrecer una visión más profunda del miedo que no suele estar presente en muchas películas recientes. Ese miedo, provocado por la ignorancia y la presencia constante del pecado como elemento dominante de la vida en familia, se va desarrollando a lo largo de la historia como un instrumento del mal, y acaba desembocando en una lucha interna que será el desencadenaste de la historia. Un sentimiento constante que viene desde el mismo momento de nacer: 

"Fui concebido en el pecado y nacido de la injusticia. Adán me lo ha traspasado a mí, y también es mi pecado porque es parte de mi", dice Caleb mientras se adentra con su padre en el bosque. Es esta naturaleza maldita desde antes de nacer la que provoca el sentimiento de culpa, el odio y el miedo. Y será esta naturaleza ya condenada de antemano la que provocará la irrupción del mal. 



The witch es una de las películas de terror más sobrecogedoras que hemos visto en mucho tiempo. Y su director, Robert Eggers, se ha presentado en sociedad como uno de los directores que mejor saben manejar los resortes adecuados para provocar desasosiego. No sigue, desde luego, las pautas marcadas por las recientes producciones, sino que retrocede a elementos clásicos y tradicionales para provocar angustia en los espectadores. 



La bruja se estrena en España el 13 de mayo. 

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